lunes, 24 de marzo de 2014

5 CLAVES PARA MEJORAR TU INTELIGENCIA EMOCIONAL

5 CLAVES PARA MEJORAR TU INTELIGENCIA EMOCIONAL


Enrique A. Simmonds B.
Marzo 24, 2014
Maracaibo
(Venezuela)




Navegando por la web, tropecé con esta imagen que me pareció muy interesante, la cual lleva como título “5 Claves para Mejorar tu Inteligencia Emocional”, y que al parecer no tiene ningún orden en específico. Me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones que suscitaron en mi persona dichas claves.






Mantén la calma bajo presión

Para todos es sabido que en cualquier ambiente donde nos desenvolvemos (trabajo, hogar, en la calle) estamos sometidos a presión y estrés, y por experiencia sé que con bastante frecuencia somos partícipes y nos dejamos llevar de dichas situaciones, permitiendo que eso nos afecte, no sólo en nuestro estado mental, sino también a nivel físico, probablemente llegando al punto de la somatización. Algunos estudios afirman que una enfermedad antes de manifestarse en nuestro cuerpo, primero ha pasado por nuestra mente ¿Qué nos lleva a pensar esto? A criterio personal, que la armonía del cuerpo debemos restablecerla primero desde la mente, siguiendo el dicho latino de las Sátiras de Juvenal, que reza: “Mente sana en un cuerpo sano” (Mens sana in corpore sano).

Las presiones y el estrés del día a día muy probablemente no estén a nuestro alcance modificarlo ni cambiarlo, lo que sí está a nuestro alcance es la forma en cómo manejamos dichas situaciones. Stephen Covey plantea su Principio de 90/10[1], el cual afirma: El 10% de la vida está relacionado con lo que nos pasa, y el 90% de la vida está relacionado con la forma en cómo reaccionamos a esto.

Una herramienta excelente para el manejo de la presión y el estrés es respirar, calmarse un momento, priorizar situaciones, organizar las acciones y continuar. Se tu mismo quien pueda transmitir a las demás personas energía positiva y calma, o como dicen hoy en día en mi ciudad, buena vibra.




Enfrenta tus emociones y elimina los pensamientos negativos

Las emociones manifestadas en nuestras personas juegan un papel trascendental, a tal punto que pueden hacer que hagamos o dejemos de hacer algo, y en muchas ocasiones inconscientemente. Toda esa conmoción afectiva que se vive de forma intensa debe ser, en la medida de lo posible, controlada mas no reprimida.

Por experiencia personal he podido llegar a la conclusión que la represión es la manera más errónea que solemos emplear para afrontar las emociones. Por el contrario, una actitud que podría sernos de ayuda es, dicho de forma metafórica, pararnos cara a cara con la emoción, siempre y cuando dicha emoción represente algo negativo para nosotros, y después enfrentarla; que podamos hacer consiente la o las reacciones que nos suscitan. A partir de ahí, confrontar la emoción con nosotros mismos. Recordemos lo que hablábamos en el punto anterior con el principio 90/10 de Stephen Covey.

Finalmente, por otro lado, siempre he considerado que el ser humano es como un imán que atrae lo que lleva por dentro, si en nuestra mente abundan pensamientos negativos, atraeremos situaciones y/o personas negativas. Si por el contrario, lo que anida en nosotros son pensamientos positivos, estaremos más propensos a atraer situaciones y personas positivas y que nos hagan bien. Recordemos también que el optimismo es una clave importante en el día a día.

Con esto no quiero que se entienda que, por ser personas positivas y optimistas, no atravesaremos situaciones difíciles ni desagradables; sólo que al vivirlas, podremos afrontarlas mejor. Todo está dentro de nosotros mismos!!



Comparte tus sentimientos íntimos con alguien especial

Otro elemento que también se ve con un gran valor es el hecho de compartir nuestros sentimientos con alguien especial.

A cada instante y desde que tenemos uso conciencia, como dicen por ahí, en lo más profundo de nuestros corazones se alojan algunos sentimientos que con frecuencia no los hemos compartido con otra persona, ya sea porque no lo deseo hacer o simplemente porque no he encontrado ese “alguien” a quien me gustaría hacerlo. Es en este punto donde entra el término de confianza, como aquella esperanza firme o seguridad que se tiene (en este caso) en que una persona va a actuar como se desea[2].

Este hecho de compartir, podríamos asociarlo al punto que tratamos anteriormente, ya que cuando se comenta un sentimiento, un sueño, un proyecto, un anhelo a alguien, es porque primero me ha generado confianza y segundo, debería ser una persona positiva para que ese sueño, proyecto, anhelo sea alcanzado con prontitud, o para que ese sentimiento no sea divulgado a cualquier persona.

Cuando compartimos un sentimiento íntimo con alguien especial, una parte de nuestro ser ahora reposa en el otro. Podría decirse que el nivel de confianza que existe ahora entre los dos ha crecido o ahora está en un nivel superior; de aquí que debemos desarrollar (si aún no lo hemos hecho) nuestro ojo clínico hacia las demás personas, y reconocer en ellas quiénes con dignas de merecer nuestra confianza. Por eso una “persona especial”, para nosotros, no debería ser cualquier persona.

He visto muchísimo en los últimos años personas (especialmente adolescentes y jóvenes) que dicen tener un “mejor amigo” o una “mejor amiga” a personas que apenas llevan un par de semanas de conocidos y comienzan a contarse intimidades sin realmente conocer a esa persona, valga la redundancia. Esto es un factor clave en nuestra sociedad y en nuestras relaciones interpersonales, la base clase de la confianza es el conocimiento del otro; cuando no hay conocimiento real de la otra persona, no hay certeza de auténtica confianza.



Establece tus límites adecuadamente

Aunque el título podría leerse como muy general, personalmente le daré mi propio cauce ¿Alguna vez hemos escuchado la expresión “cada cosa tiene su momento”? Yo, en alguna ocasión lo oí, mas no lo escuché; es decir, no internalicé su significado ni lo hice consiente (obviamente que mucho menos lo puse en práctica).

Les ha pasado en alguna o varias oportunidades que, ¿estás en casa y tienes en la mente todas las cosas del trabajo? ¿Estás comiendo a la mesa en familia, suena el celular y debes atender la llamada porque es de la oficina donde trabajas? ¿Te han interrumpido en una salida de esparcimiento o vacaciones de tu trabajo porque quieren que ayudes a resolver cierta situación? Si nuestras respuestas han sido afirmativas a por lo menos una de ellas, muy probablemente tenemos dificultad en poder establecer límites a las diferentes actividades que hacemos a diario. Hago en el énfasis en el aspecto laboral, ya que es el ambiente que más suele evidenciarse estas cuestiones.

Resulta sumamente importante y hasta trascendental, diría yo, que cada uno desarrolle la capacidad y la firmeza de establecer límites de manera adecuada a las cosas que solemos hacer con frecuencia. El día tiene 24 horas (aunque hay personas que les gustaría que tuviese más tiempo) y es crucial que podamos realizar una buena y real planificación de esos 1.440 minutos que tenemos a diario, tomando previsiones mínimas de imprevistos posibles; esto será una excelente herramienta a favor en el establecimiento de límites.

Haré un paréntesis en esto para comentar mi experiencia en este punto. Hace un par de años trabajé en una empresa pequeña enfocada a mi área de estudio, la arquitectura. Dicha empresa estaba comenzando. El servicio profesional que prestaba era por honorarios o freelance, con la particularidad que contábamos con un espacio físico y equipos mínimos para desarrollar nuestras actividades. El trabajo solía comenzar a las 9am, luego fue haciéndose desde más temprano, 8am, 7am, hasta llegar a las 6am o un poco antes; y la jornada comenzó terminando a las 6pm, posteriormente hasta las 7pm, 8pm, 9pm, hasta un tope que llegó a ser 11pm. En cuanto a los días de semana, al principio sólo era de lunes a viernes, hasta que luego también eran los sábados y domingos; literalmente en esos tiempos no tenía otro tipo de vida que no fuera el trabajo, ya que  yo no establecí los límites en el momento que tuve que hacerlo.

La situación seguía acrecentándose, y comencé a tener dificultades con mi pareja debido a mi ritmo y estilo de vida; no compartía con mi familia, ya que me iba y llegaba cuando ellos estaban descansando; hasta que llegó lo inevitable, toda esa situación de estrés desembocó en un fuerte período de enfermedad.

Pasado unos meses, literalmente, mi mente y mi cuerpo no soportaban dicho estado, hasta que a mí mismo me dije: ¡Ya basta! ¡Hasta aquí! Si aquí ni mis colegas, ni los jefes quieren poner límites, pues, yo sí lo haré!! Y así fue, exigí la implementación de un horario (ya que nuestra contratación iba estabilizándose). A partir de ahí,  todos compartíamos un mismo tiempo que estaba dedicado para nuestro trabajo y al finalizar la jornada literalmente me desconectaba y dedicaba el resto del día para hacer ejercicios, compartir con mi pareja, con mi familia y para realizar actividades personales. Debo reconocer que fue lo mejor que pude haber hecho en ese momento y se reflejaba en mi rostro, en mi cuerpo y en mi mente; el apoyo y la ayuda que recibí de mi pareja en esta situación fue el gran impulso que tuve para dar este valioso paso.

Así que, seamos capaces de establecer límites adecuadamente con firmeza y respeto en las diferentes situaciones que vivimos, “cada cosa tiene su momento”. Y finalizando este punto, les comparto un fragmento bíblico (sean o no creyentes), el cual considero está cargado de mucha sabiduría:
“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;  tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir;  tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz.” Eclesiastés (Qohelet); 3,1-9.[3]



Lee las señales verbales y no verbales

Terminando con estas 5 claves para mejorar nuestra inteligencia emocional, se encuentra esta última, pero no menos importante, el saber leer (e interpretar) las señales verbales y no-verbales.

Personalmente considero que dentro de esta clave se puede hacer cierta mención a la intuición, dicho por la Real Academia Española[4] como aquella facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento. En estas señales verbales y no-verbales, consideraría el lenguaje corporal, el tono de voz y hasta las expresiones faciales, las cuales son importantes saber reconocerlas dentro de nuestras relaciones interpersonales y de convivencia, ya que identificándolas tendremos muchas más probabilidades de un manejo adecuado de las situaciones.

Por otra parte, en muchas ocasiones de la vida, además de escuchar lo que una persona nos dice explícitamente, puede que nos toque ver (o escuchar) más allá de lo que estamos viendo (o escuchando); como decía una profesora de filosofía: “hay que leer entre líneas”; es decir, saber no tanto lo que alguien dice, sino lo que realmente quiere decir.

Debemos ir desarrollando poco a poco nuestra capacidad de percepción en las situaciones y con personas, prestar y enfocar más nuestra atención a lo que nos rodea, hacer conciencia de los hechos alrededores: no ver, sino observar; no oír, sino escuchar; no ser reactivos, sino proactivos.


Espero que cada uno de los lectores pueda tomar aquello que más le está haciendo falta en este momento y también pueda compartir sus experiencias y aprendizajes con todos nosotros, quienes dedicamos unos minutos a leer estas líneas.
 Te deseo siempre éxito en cada cosa que emprendas y recuerda que todo comienza desde mí mismo; si quiero que el mundo cambie, primero debo cambiar yo, y hacerlo para mejor!! Un fuerte abrazo.

VISITAS